La Federación de Irithnun

Pese a que los irithianos, en términos generales, no son muy religiosos, muestran un claro ejemplo de dualidad clásica. Esta dualidad no es vista en términos de bondad o maldad absolutos, por lo que a veces estos límites no están muy claros o definidos, ni siquiera para los propios irithianos. El culto queda limitado a determinados momentos muy específicos: nacimientos, uniones matrimoniales, funerales y algunos oficios especiales. Los dos dioses que conforman la religión irithiana son:

 -Lúndar, representación del Paraíso y de todo aquello que es bondadoso.

 -Oscurios, que sería su contraposición, el Infierno y la condenación.

 Aunque ser seguidor de Oscurios no es un rasgo necesariamente negativo, pues para los irithianos el infierno no tiene porque ser un lugar de castigo, y más si se tiene el favor de esta peculiar deidad. Por tanto cada ciudadano se decantará o interpretará todo aquello que le ocurra en la vida como los designios o favores de uno u otro dios. Gracias a esto, muchos políticos y comerciantes corruptos han visto en el culto a Oscurios una forma de justificar sus trapicheos y estafas. No obstante, la mayoría de la población venera a Lúndar de forma muy intermitente y sin demasiada profusión.

Reino Sagrado de Lumlenth

El culto a Heran, el Dios Único, se inició en el 3-315, por lo tanto es un dios joven en comparación con el resto de deidades de Undra. No obstante, su mensaje arraigó rápido y de forma contundente. Años después de la creación de esta religión, Lumlenth se autoproclamó Reino Sagrado. Pero sus inicios fueron muy tortuosos. Heran fue un joven campesino que vivía en la zona central del reino y pasó la mayor parte de su infancia trabajando en los campos de cultivo, hasta que un buen día comenzaron las visiones. Él mismo las recopiló en un voluminoso códice, con letra temblorosa y usando un lenguaje llano, propio de un joven con escasa cultura. Este libro, que años después se denominó La Palabra, permanece custodiado en la Gran Catedral de Lumlenth.

Al principio, Heran fue tildado de loco y hereje, pero conforme sus predicciones se cumplían con asombrosa precisión, fue ganando adeptos que seguían su mensaje de estoicismo absoluto ante las desgracias y catástrofes acontecidas durante esta era. No fueron pocos los que abandonaron todas sus posesiones para peregrinar junto a él. Con el tiempo, se ganó el título de Profeta, y tras su trágico final (se suicidó degollándose con una daga) debido a las cada vez más perturbadoras visiones, alcanzó el status de dios, y se convirtió en la deidad única del reino.

Tal fue su influencia que la familia real lumlethiana fue derrocada, y se creó la Erantaia, un estado religioso que domina el país bajo la férrea fe de su dogma, y cuyo máximo dirigente es el Entarca, el elegido de Heran en Undra. Todo, desde la sociedad, educación, política y cultura está dominado por la Erantaia, así como todos los aspectos de la vida cotidiana de los lumlethianos.

 Nimro

Los bárat, inicialmente, rindieron culto a una antigua y ya olvidada deidad que exigía sacrificios de sangre. Esta raza de los bosques realizaba asesinatos rituales hasta que el Bélgantain, el Árbol del Mundo, horrorizado por aquellas salvajes prácticas, se puso en contacto con los chamanes bárat. Poco a poco, dejaron atrás sus sangrientas costumbres para venerar como a un dios al sobrenatural espíritu de la naturaleza. Desde entonces buscan la armonía y la comunión con todo aquello que les rodea, anteponiendo la paz al conflicto, sabedores de que la guerra es el camino a la destrucción de Undra.

Los rituales siempre están relacionados con los cuatro elementos: fuego, agua, tierra y viento. No se puede hablar propiamente de un culto religioso, pues es más una forma de vida que rige las decisiones de los habitantes de Nimro.

Tárandor