El Imperio Haegí

Los haegís poseen una de las culturas más antiguas del mundo, y por tanto un culto religioso igual de remoto . El Daibara (animismo haegí) nace de las primeros asentamientos agricultores que se establecieron en Haeorast. Para ellos la divinidad está representada en todos los elementos naturales del mundo, como ríos, montañas o bosques. Creen que todos estos lugares (y en ocasiones objetos) poseen un alma propia y que es necesario mantener un equilibrio con el entorno para que los dioses les rindan su favor, cuando este equilibrio se rompe es entonces cuando acontece la catástrofe y la desgracia.

Por lo tanto el culto de los hombres del este va dirigido a no quebrar la unidad y la armonía, es por ello que no podemos hablar estrictamente de un culto religiosos pues se trata más de una forma de vida, una actitud que todo buen haegí debe seguir para aportar su granito de arena al equilibrio general de Undra. Es difícil presenciar una ceremonia religiosa de cualquier tipo, pues son muy extraordinarias y poco comunes. Esta concepción del mundo les hace ser voluntariosos a la hora de reparar las injusticias o problemas.

Siglos después cuando la casta guerrera alcanzó un lugar prominente en la sociedad, el Daiban se impregno de otros valores propios del mundo militar, como el honor o la lealtad inquebrantable. En relación a esa actitud de que uno mismo debe reparar el desequilibrio, nacieron los suicidios rituales en pos de recuperar el honor perdido.

Guldahar

El culto a los dioses sin nombre es anterior a la civilización guldaharí, posiblemente más antiguo que cualquier otro. Los guldaharís viven temerosos de estos todopoderosos dioses que ven a los humanos como piezas con las que juegan una macabra partida de ajedrez, y poco o nada se sabe de sus intenciones o motivaciones. De echo, está penado con la muerte pronunciar en voz alta ninguno de los nombres de tan peculiares deidades, ya que eso atraería su atención sobre el desdichado y sus allegados. Para ellos, los nombres están imbuidos de gran poder y un conocimiento excesivo puede ser peligroso. Tan solo el libro Al-Saraq, literalmente Lo que no debe ser pronunciado y del que solo existe una copia, contiene los nombres auténticos de estas deidades ya casi olvidadas.

De hecho, tan fuerte es el determinismo de estas gentes, que ha acabado por convertirlos en radicales adoradores que ya no buscan el favor de unos dioses ajenos al hombre, sino que intentan no atraer su atención y evitar así el infortunio que con toda seguridad les provocarían. La superstición juega un gran papel en el culto guldaharí, cuyas ceremonias y rituales tratan de ahuyentar o mantener apaciguadas a sus deidades. En este sentido se han creado sayads (templos) de grandes cúpulas y altos minaretes para que los dioses descansen o permanezcan entre sus muros y no pongan sus ojos sobre la población.

Es más, está muy extendida la creencia de que la prosperidad y la buena suerte no es sino una treta de estos anónimos dioses que, tarde o temprano, se volverán contra ellos. Por lo que es muy común que los guldaharís vivan siempre, a la mínima oportunidad, rodeados de lujos y placeres mundanos, pues son consciente de la fugacidad de la vida y la fortuna. Estos lo ejemplifican con una sencilla frase que se repite constantemente: “lo que hoy se tiene es muy posible que mañana ya no exista.

Egaón

Los dragónidos siempre han venerado a los grandes dragones, que consideran sus ancestros y ascendientes directos, a los que llaman los Antiguos Hermanos. Hace milenios, mucho antes de que el primer hombre pisara Undra, los dragones regían el mundo, domaban los vientos y controlaban la naturaleza. Es en este mito donde los dragónidos ven en los antiguos dragones a los creadores y moldeadores de la vida, el origen de todo.

Pero tras largos siglos, los dragones vivieron su declive pues, poco a poco perdieron la razón y el habla, y se convirtieron en bestias, poco más que grandes reptiles alados que sembraban la ruina y el caos por doquier. Fue Solon-Askarian, el último dragón, quien intentó domar sus instintos antes de sumirse finalmente en la locura. Fue en este tiempo cuando muchos dragónidos dieron de lado a sus antiguos hermanos y al culto, pues los consideraban traidores contra su propia creación.

El culto religioso evolucionó en dos vertientes opuestas a raíz de estos acontecimientos:

-Los askarians, que advierten de que los Antiguos Hermanos volverán para reclamar lo que es suyo, a sangre y fuego, para cobrarse venganza. Que está en la naturaleza del dragón ser una bestia y ni siquiera los dragónidos pueden escapar a ello.

-Los silentes, aquellos que dieron la espalda a los grandes dragones y que abanderan el conocimiento y la sabiduría como medio para dominar a la bestia interior y mantenerla en silencio, pues la voluntad es más poderosa que el instinto.

La población está muy dividida en este aspecto, pero aun así el ambiente general es de tolerancia, si bien es cierto los consejos de gobierno están mayoritariamente compuestos por silentes.